Renacer en el espíritu del libro

Julia Wong Kcomt, “11 palabras” para alejar la muerte, la tristeza o la ambivalente soledad.

Escribe: Elma Murrugarra

Fotos: Alberto Távara

Según la tradición china, el signo de la serpiente simboliza la muerte y la resurrección por la capacidad de este mágico animal, bendecido por Buda, para renacer mudando de piel. Julia Wong Kcomt nació en Chepén, La Libertad, el año de la Serpiente de Madera: 1965. Y tomando sus sentidos versos del poema “Dirty Wong”, Julia teje su nueva tela, es decir, su nueva piel de serpiente, ante el cáncer. Así surge 11 palabras, su último libro de cuentos, publicado por Cocodrilo Ediciones, como un ejercicio para sobrevivir, utilizando 11 palabras para alejar la muerte, la tristeza o la ambivalente soledad. Julia Wong Kcomt, cuyo nombre chino es Wong Ling Sui, que significa Espíritu del libro, ha publicado 19 poemarios desde 1992, pero su trabajo literario comprende también novelas y cuentos, un total de 27 libros, editados en Estados Unidos, España, México, Argentina y el Perú. Este mes, el sello Animal de Invierno acaba de reeditar su excelente novela Mongolia. Pero ¿cuándo empezó su amor por los libros? “Fue cuando tenía 4 años y tuvimos que mudarnos de Chepén a Macao, mi padre nos daba unas cartillas y unos libritos con caracteres chinos traducidos para que aprendamos el idioma de nuestros ancestros, su idioma”, dice. Julia parece buscar a través de su ventana la imagen de don Juan Wong Choy, su padre, nacido y educado en China con el nombre de Wong Yeng Kuan, un hombre culto que la arropó con su ternura. “De niña, cuando estaba enferma, mi padre me cuidaba. Su manera de quererme, de sanarme, era cocinándome sopas suculentas de pollo, caldos sustanciosos de gallina, verduras y condimentos chinos, que demoraba horas en preparar. No sé si todos los padres chinos son así”, dice Julia Wong y mira a su amigo y maestro, el pintor Carlos Chong, quien afirma y coincide con ella. Por siglos, en la cultura china, las enfermedades han sido tratadas con sopas y caldos de gallina, a los que agregaban ingredientes medicinales, como señala Eileen Yin Fei en The Chinese Kitchen. Y también por siglos, los hombres chinos han cocinado todo, y de todo, con paciencia. A Julia, una de las cosas que la hace feliz es viajar. Y así como la serpiente cambia de piel, la poeta ha cambiado de país de residencia muchas veces. Alemania, Argentina, China, Estados Unidos, Portugal y el Perú. En los 90 regresó a Macao, donde vivía su padre. “El mayor atractivo de partir era saber que él me esperaba”, señala en su libro Pessoa por Wong. Estudió en la Universidad de Macao unos semestres de Literatura inglesa y apoyó a su padre en la organización de la Fundación Wong Yeng Kuan, que fomenta la lectura y la cultura a través de bibliotecas públicas. Desde el 2010, regresa a Chepén, donde nació y donde su madre, doña Guillermina Kcomt de Wong cofundó en 1954 el Cheng Lhin Club. Regresa para coorganizar, al lado de Ray Paz Quesquén y Diego Bardales Rodríguez, el “Festival de Poesía en Chepén”, que este año se realizó en noviembre. Y mientras teje su nueva piel, su propia metamorfosis, Julia pinta, medita, organiza talleres, presentaciones, festivales, viaja, recita, edita y reedita. ¿De dónde saca tanta energía? Debe ser su capacidad para renacer a través del Espíritu del libro, en cada hoja como piel, como alma. 

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