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Historia Inmigración China al Perú

El 15 de octubre de 1849 llegan al puerto del Callao los primeros 75 inmigrantes chinos a bordo del barco de bandera danesa Frederick Wilhelmsen tras navegar casi 9000 millas desde el sureño puerto de Macao, en ese entonces, colonia portuguesa en China.

Estos primeros inmigrantes chinos no vinieron motivados por sí mismos (la emigración estaba prohibida en China) sino que fueron inducidos a realizar este viaje pues se les había convencido que el nuestro era un País de Colinas de Oro, donde uno podía alcanzar la tan deseada felicidad y hacerse roco tan solo con el esfuerzo y tesón puestos en el trabajo.
Esta inmigración, sobre la base de contratos de trabajo con plazo establecido, fue promovida para cubrir la necesidad de mano de obra en la construcción de los ferrocarriles y explotación del guano, pero principalmente para trabajar en las plantaciones de algodón, caña de azúcar de la agricultura nacional, e impulsada desde el congreso de la República por la denominada “Ley chinesca” promulgada casi un mes después, el 17 de noviembre de 1949 a instancias de don Domingo Elías (rico hacendado iqueño) y su socio don Juan Rodríguez, a quienes se les concedía la exclusividad del negocio de importación de chinos en los departamentos de Lima y La Libertad, por cuatro años.

La segunda inmigración ocurrió al final del siglo XIX. Los ciudadanos chinos que trabajaban en las haciendas y campos de cultivo, enseñaron los sistemas para el cultivo del arroz, el sembrío planificado y los tiempos de la cosecha. En el Perú la siembra de arroz se realizaba sin criterio y desperdigando los granos por el campo. A partir de la experiencia china, el arroz se convirtió en un ingrediente básico de la dieta alimenticia peruana y uno de los principales soportes del agro nacional.
Tanto en el siglo XIX como a lo largo del siglo XX el impacto de los inmigrantes chinos resultó muy positivo para el progreso del país. Fue inmenso el aporte a la agricultura de exportación y a los ingresos por la venta del guano en el mercado internacional. Las haciendas azucareras también conocieron de la pujanza china ya que la producción azucarera mostró un sorprendente crecimiento en pocos años, en 1871 la producción fue de 4,500 toneladas y en 1877 alcanzó las 63,370 toneladas.
Con el tiempo, los chinos que saldaron sus contratos se independizaron para formar los TAMBOS y otros caminaron hacia las ciudades estableciéndose en pequeñas bodegas para la venta de abarrotes. Sus principales virtudes son el esfuerzo y la tenacidad, que les ha permitido a través del tiempo colocarlos a la vanguardia de las esferas comerciales y productivas del Perú, ejerciendo sus funciones con notable prestigio y mayor responsabilidad.

Muchos peruanos de nuestros días descienden de inmigrantes chinos, incluso aquellos que no llevan ya un apellido oriental. La sangre de chinos recorre las venas de alrededor de tres millones de peruanos. Este torrente migratorio es de gran importancia para nuestra historia.

Hoy el increíble crisol de razas que es el Perú le debe gran parte de su carácter a estos inmigrantes chinos. Esta publicación es un humilde homenaje y reconocimiento a ellos.

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