Escribe Giuliana Lévano
Fotos Juanjo Calvo
Padres e hijos se unen en una tradición ancestral: las danzas chinas del León y del Dragón. Una actividad que conjuga disciplina, fortaleza física y respeto por un baile cargado de simbolismo.
Pocas cosas unen tanto a dos personas como tener una afición en común. Y si esa afición exige horas de tiempo, dedicación y disciplina, el vínculo se hace más fuerte. Estos papás lograron sembrar en sus hijos el amor por una tradición ancestral: las exuberantes danzas del León y del Dragón, infaltables en celebraciones como el Año Nuevo chino y en eventos importantes en la vida de la comunidad. Ya sea de manera individual o como parte de alguna agrupación, padres e hijos dedican horas al entrenamiento no solo de la danza, sino también a la práctica del kung fu, indispensable para soportar las exigencias de la coreografía y del vestuario: la cabeza del león puede llegar a pesar diez kilos, lo que da una idea de lo que significa meterse debajo del llamativo traje. La mayoría de papás han inculcado a sus hijos este amor por la danza desde sus primeros días de vida. “Mi esposa iba a verme bailar cuando estaba embarazada, y yo he traído la danza del león a mi casa para el baby shower y después, cada año, en los cumpleaños de mi primer hijo, Steven”, dice Vicente Chang Salinas, quien pertenece al grupo de danza del león de la Beneficencia China. Que el león bailara en su casa, nos dice, era como recibir una bendición para su familia y amigos. Otro cachorro que escuchó desde su infancia el sonido profundo del tanggu (tambor) fue Emilio Chau Ho, hoy de 17 años e hijo de Emilio Chau Chiu. El basto ritmo, potente y festivo a la vez, llegaba a sus oídos arrullándolo en brazos de su madre. Así, no es de extrañar que uno de sus primeros juegos cuando empezó a caminar fue meterse dentro de una cabeza de león. El guardián del lugar No se sabe a ciencia cierta cómo se originó la danza del león, pues esta es una especie que no habita en China. Es probable que haya llegado a través de la India o Persia. Las primeras descripciones de la danza se remontan a la dinastía Tang (618-907 d.C.). Entre las leyendas que explican su origen, se dice que un león causó destrozos en un pueblo, por lo que un monje lo domesticó y lo convirtió en el guardián del lugar. Desde entonces, su presencia en el Año Nuevo chino trae buena fortuna a los vecinos y a los negocios a los que acude siempre acompañado de la música del tanggu, de los platillos y del gong. La Danza del Dragón, en cambio, cierra las festividades por el Año Nuevo chino, siendo la figura principal del llamado Festival de los Faroles. El dragón ahuyenta a los malos espíritus y representa la sabiduría. Mientras en la danza del dragón son nueve personas las que literalmente se meten bajo la piel de la criatura, en el león son solo dos, uno en la cabeza y otro en la cola. Christian Jo Palacios, quien pertenece a la Sociedad Chung Shan, practica ambas danzas desde los 15 años y sabe bien el esfuerzo que exigen.
“Tiene que haber una sincronía perfecta entre el que baila en la cabeza del león y el que va en la cola, porque este último no puede ver lo que ocurre afuera: está todo el tiempo agachado y mirando a los pies de su compañero de adelante. Debe tener una concentración especial para adivinar lo que la cabeza va a hacer a fin de que el león se vea realmente como un animal”, dice. Su pasión por la danza se la ha transmitido a su hija, Gianella Jo Chu, de seis años de edad, quien ha demostrado una habilidad y fortaleza enormes para esto. “En el último Año Nuevo chino bailó durante cinco días, seis horas seguidas. Es un ejercicio muy fuerte y a todos nos sorprendió. Yo trato de no presionarla pero a ella le gustó la experiencia”, comenta con orgullo.
Fuerza y meditación
Emilio Chau Chiu, mexicano de padres chinos, llegó al Perú en el 2009, pero ya para entonces era un gran conocedor de las danzas tradicionales chinas. En su país fue director del grupo de danza del dragón y del león y ha sido profesor durante muchos años de estas disciplinas entre la comunidad china de México. Pero además, es un especialista en artes marciales, tan necesarias, como ya vimos, para la ejecución de los bailes. “Las practico desde hace tiempo: el Wing Chun, Wushu, Wushu contemporáneo, Aikido, Kendo y, desde hace veintitrés años, el Tai Chi en estilo Chen, que es muy fuerte, con posturas muy bajas que robustecen brazos y piernas y dan agilidad”, señala. Sus conocimientos y disciplina se los ha transmitido a su hijo Emilio, con quien baila la Danza del León. Ambos han participado en actividades de APCH y otros eventos. Hoy Emilio es un estudiante universitario, pero su padre espera que pueda encontrar tiempo para que sigan bailando juntos y que aproveche sus enseñanzas.
Un mensaje de alegría
Las danzas del león y del dragón son portadoras de buenos presagios y llaman a la felicidad ahuyentando a los malos espíritus. Así lo explica Carlos Zhou Wu, nacido en la ciudad china de Guangzhou y quien llegó al Perú a los ocho años de edad. Se trata de una tradición muy arraigada en su familia, parte indesligable de sus raíces, añade. Su hijo Gonzalo, hoy de 14 años, ha recibido directamente esta influencia cultural. Ocurrió desde sus primeros días de nacido, porque ellos vivían en un inmueble en cuya primera planta se practicaban el kung fu y la danza del león. Ahora él estudia un curso de esta danza y se ha incorporado con su padre a un grupo de baile. Padre e hijo ayudan a difundir las buenas energías del león recorriendo la calle Capón durante el Año Nuevo chino, y también en inauguraciones de locales, matrimonios, aniversarios, eventos en casinos, en el centro comercial Mall del Sur y en el Terminal Plaza Norte.
Carlos Zhou Wu y su hijo Gonzalo bailan tanto la danza del león como la del dragón. Ambos recorren el Barrio Chino en la fiesta del Año Nuevo lunar, dando vida a una antigua tradición.
Francisco Murillo Chang pertenece al grupo de danza Chung Shan. Sus hijos Matías y Alice, de siete y cinco años respectivamente, siguen sus pasos.
Pequeños maestros
Que nunca es muy temprano para aprender lo demuestran Matías y Alice Murillo, hijos de Francisco Murillo Chang. A sus siete años, Matías ya es un veterano: practica la Danza del León desde hace dos años, mientras que Alice, de cinco, tiene apenas un año de experiencia pero le gusta acompañar a su padre y hermano a bailar. Papá Murillo tiene ya 20 años como parte del grupo Chung Shan, donde es discípulo de Jorge Cáceres Valencia. Allí practica también kung fu tradicional y se embebe de los rituales de la cultura china, que llega hasta él a través de su bisabuelo cantonés. ¿Y sus hijos se sienten comprometidos con el baile? “Claro que sí, por los movimientos y los colores, que les atraen. Ellos tienen en casa dos leoncitos chiquitos y danzan con sus trajes como parte de sus juegos”.
Prueba de rigor
Vicente Chang Salinas tiene más de 30 años en la práctica de las danzas del león y del dragón. La tradición la heredó de su padre cantonés, y él se la ha transmitido a sus hijos, Steven, de 14 años, y Zoe, de 12. Pero los chicos no solo se han aficionado a los bailes típicos chinos. Ambos practican karate desde los 5 años y están ya en el nivel de competencia. Steven obtuvo el tercer puesto en un torneo sudamericano de karate kumite en Montevideo y Zoe ha ganado varios campeonatos en el Perú. Chang Salinas pertenece al grupo de danza de la Beneficencia china, y sus hijos quisieron seguir sus pasos. No es fácil conseguirlo. La edad de ingreso es a los 10 años: los admitidos reciben una faja verde de principiante. A partir de ahí, deben practicar todas las semanas tanto el kung fu como el baile, de la cabeza y cola. Además deben aprender a tocar los instrumentos musicales (tambores, gong y platillos). Una vez dominados todos los elementos del baile, se presentan al examen anual para optar por la faja azul, que los identifica como miembros oficiales del grupo. “En el último tramo el jurado estuvo compuesto por cinco examinadores, algunos de ellos instructores antiguos”, nos cuenta Chang. Y añade: “Mi hijo dio el examen y se puso nervioso, pero le fue bien y pudo cambiar de cinturón. Mi hijita es todavía principiante pero ya baila en nuestras presentaciones”.