Genio y figura

Fotos: Alberto Távara

Mujer tenaz, trabajadora y decidida, Olinda Chang encarna el espíritu de la comunidad peruano china. Con cuarenta años de trabajo dedicados a dos instituciones tusanes, ella es la memoria viva de la colonia. El libro que se dispone a escribir contará los entretelones de su trayectoria.

Cómo no recordarla, entre bastidores, en las fiestas del Año Nuevo chino en APCH, ordenando y dirigiendo todo para que los más de 3,000 asistentes disfruten de una noche espléndida e impecable. Ese trabajo enérgico pero fuera de los reflectores resume la vida de esta mujer, Olinda Chang, quien a lo largo de cuarenta años ha visto crecer a la comunidad peruano china, con sus luces, sus sombras y su historia. Es fundadora y, hasta febrero de este año, fue gerenta de la Asociación Peruano China, donde ha sido el motor detrás de la actividad incesante de esta institución. Antes de eso fue dos veces presidenta del Centro Cultural Peruano Chino (CCPCH). Ahora, retirada y dedicada a la familia, ha retomado su afición por la pintura al óleo y bosqueja el contenido de lo que será su libro de memorias, el recuento de una vida entregada al servicio de la comunidad tusán. 

Tradición recuperada 

Cuando en el año 2004, APCH le encargó la organización de la fiesta del Año Nuevo chino, Olinda no sabía cuántas personas asistirían. Fue en el restaurante Costa Verde. La convocatoria tuvo una respuesta masiva: 500 personas. “En esa época nadie festejaba el Año Nuevo chino. La buena acogida fue una sorpresa. Ahora, a partir de la celebración de APCH, restaurantes e instituciones lo hacen y la calle Capón es una fiesta”, comenta con su habitual franqueza.

De ahí pasaron al Puericultorio, pero el local volvió a quedar chico y tuvieron que irse a la explanada del Jockey Plaza. Ya a partir del 2009 se mudaron al local de Calle Siete. “En estos últimos años recibimos más o menos a unas tres mil personas para el Año Nuevo y unas 1,300 para el Festival de la Luna”, anota. Como gerenta general de la institución, trabajó codo a codo con Erasmo Wong a lo largo de estos 19 años. “Ha sido un honor trabajar con Erasmo, nuestro presidente”, dice. “Agradezco todas las oportunidades y desafíos. Fue una gran experiencia de aprendizaje y me siento respetada y querida por su familia, como por todas las familias que conforman APCH”, añade. Todo este esfuerzo para congregar a la comunidad tusán le valió el premio Inmigración, que le fue otorgado en el 2019. Aunque la elección era lógica, la tomó por sorpresa porque estuvo trabajando hasta minutos antes del anuncio. 

Los inicios 

Olinda Chang es hija de padre cantonés y madre peruana. Una vez terminado el colegio, su padre insistió en que viajara a Taiwán con uno de sus hermanos para aprender el chino mandarín. En la isla vivió cinco años y logró dominar el idioma. Luego pasó casi un año en Japón y regresó al Perú para lo que parecía una visita temporal, pero se enamoró, se casó y se quedó a vivir en Lima. Los hijos, cuatro, fueron llegando y entraron a estudiar al colegio peruano chino Juan XXIII. Allí conoció al padre Pachi (monseñor Adriano Tomasi, Obispo Auxiliar Emérito de Lima), quien en 1981 llamó a varios miembros de la comunidad tusán para instarlos a unirse y crear una institución que los agrupara. De esa manera, años después, se fundó el Centro Cultural Peruano Chino. Y fue así también como comenzó su larga y fructífera relación con los descendientes de inmigrantes chinos.

 «Hubiera querido una mayor hermandad entre las instituciones peruano chinas; que trabajemos en conjunto y no cada una por su cuenta. Eso nos falta».

A principios de los 90, en sus inicios en el Centro Cultural Peruano Chino, recuerda cómo luchó para conseguir liberar los terrenos de Villa Tusán cuando fueron invadidos por traficantes de tierras. “La defendí como si fuera mi casa”, dice con firmeza. Con argucias, los delincuentes lograron que llevaran detenidos a los trabajadores de la villa. Olinda fue a la comisaría a mostrar los títulos y recuperar el lugar. Los traficantes arremetieron y le pusieron cinco denuncias, incluyendo una por usurpación de la propiedad. Ella tuvo que declarar en la Prefectura hasta alcanzar que desestimen los cargos. Otro de sus logros fue conseguir el ingreso directo a la Villa desde la carretera central, evitando la entrada por una desastrosa vía por Huaycán. Pasados todos estos años, ¿se ha logrado esa integración? “No estoy segura”, dice Olinda. “Eso es algo que me deja insatisfecha. Si bien es cierto que se ha trabajado mucho, yo hubiera querido una mayor hermandad entre las instituciones peruano chinas; que trabajemos en conjunto y no cada una por su cuenta. Eso nos falta, aunque, en general, con la comunidad sí hemos podido llegar, hemos podido convocar y yo he tenido regular éxito”, dice, orgullosa de su labor.

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