En el Espejo de los versos

Escritora peruana Isolda Morillo traduce al chino mandarín la obra esencial de Nicanor Parra: la antipoesía.

Escribe Mariella Checa

Cumpliendo el rol de puente entre dos culturas al que –todo indica– estaba destinada, la peruana Isolda Morillo ha traducido al chino la antología “El último apaga la luz”, del poeta Nicanor Parra. El volumen, de más de 500 páginas, ha sido muy bien recibido por la vanguardia literaria china, que ha reconocido su proceso en los versos del artista chileno. Una pequeña Isolda Morillo se vio de pronto en un mundo diferente: sus padres decidieron una migración que, a sus diez años, significó para ella un forzoso distanciamiento de todo lo que conocía y amaba: “Llegar a China fue una especie de ruptura que generó en mí un rechazo hacia el aprendizaje, en general. Escuchaba el idioma, fui a clases y tuve una base, pero sentía la necesidad de proteger lo mío, para que lo chino no me invadiera”, cuenta la ahora periodista, escritora y traductora, quien debió ser enviada a los Estados Unidos a cumplir su etapa escolar. Ya de vuelta a Lima, para seguir estudios universitarios, el contexto político y económico internacional la llevó a mirar con otros ojos el país asiático al que había retornado solo para visitar a sus padres. “Cada vez que volvía, encontraba muchísimos cambios. Además, se había convertido en el centro de atracción del mundo: todos hablaban del milagro chino; por supuesto, también lo hacían en el Perú”, recuerda. Finalmente, el mercado laboral la llevó como corresponsal de prensa, en lo que se convirtió en una larga estadía –entre los años 2004 y 2017–, al país que llamaba la atención de quienes leían su currículum: “‘Ah, conoces China; Oh, sabes algo de chino; Sí, tenemos un puesto, pero es para trabajar en o con China’. Llegué a tener la impresión de que no me iba a librar nunca de la sombra de China”, refiere. Su resistencia dio un giro tal que ahora Morillo se define a sí misma como “tusán por adopción”, pues si bien no tiene ancestros chinos, ya no solo admite conocimientos de la cultura, sino que asegura tener un muy fuerte vínculo con ella. De hecho, escribe poesía en chino, pues, según dice, es la lengua que mejor le permite comunicar vivencias ajenas al ámbito hispanohablante. Asegura que el deseo y la necesidad de perfeccionar el uso del idioma la fueron llevando hacia la historia, política y literatura chinas, ámbito, este último, que fue todo un descubrimiento, pues son pocos los textos literarios, sobre todo contemporáneos, que han sido traducidos al español: “Fue en ese proceso que pude conocer a autores chinos, que me puse a escribir en chino yo también y que establecí un vínculo realmente orgánico”, refiere. Impulsada, nuevamente por cuestiones familiares, a migrar, aunque en la dirección contraria, Morillo se mudó a Francia en el 2018, pero sus amigos chinos, que valoraban los versos y cuentos que ya había publicado, le propusieron –y de hecho le encargaron– que tradujera al castellano obras literarias de autores orientales. “Cuando, en los años 80, China abrió sus puertas al mundo, surgió en la gente una gran curiosidad por nutrirse de lo que pasaba afuera”, explica la escritora.

Para graficar este interés nacional por vincularse con otras culturas, señala la existencia de universidades enteras dedicadas al estudio de lenguas extranjeras. No obstante, aclara que aún queda mucho por hacer: “El boom latinoamericano, por ejemplo, tuvo un impacto enorme, pero no se conoce todo lo de Vallejo o de Arguedas. Hay muchos autores latinoamericanos que no se han traducido, y el interés permanece porque para las personas con inquietud literaria no hay fronteras”, dice. Un hecho que prueba la validez de esta afirmación es el parecido que el escritor peruano Róger Santiváñez encontró entre el estilo de Nicanor Parra y el de los poetas contemporáneos que Morillo había traducido del chino para una antología que fue publicada en castellano y puesta en circulación en Perú, Colombia y otros países latinoamericanos. “Como lo hizo el chileno hace algún tiempo, estos escritores proponían una poesía sin retórica, no lírica, sino de la vida cotidiana, con lenguaje coloquial, no maniqueo”, explica la periodista. La comentada similitud, que figuró en el prólogo del libro como “antipoesía”, avivó aún más el interés por el trabajo del vate sureño. De modo que pronto llegó para Isolda el encargo que a la vez significó un reto: llevar al chino los versos de Parra. El proceso, que ha dado por resultado un libro de casi 600 páginas, empezó casi de manera simultánea con la pandemia, demoró un año y medio y demandó el contacto con los descendientes directos del escritor, así como un fino trabajo de edición, en el que participó, como contraparte de la traductora peruana, una editora china. Máster en Sinología y poeta ella misma, Morillo no solo tuvo que primero leer y analizar los textos del autor, sino trazarse una estrategia de trabajo que incluyó la revisión de varias biografías del chileno. En ese afán, descubrió un estilo lleno de humor y de ironía, y hasta provocador, pues Parra aborda en su obra incluso temas tabú para su tiempo y su contexto. Sin embargo, el máximo reto estuvo –según dice– en el uso de los localismos, especialmente los que están incluidos en el capítulo La cueca larga, donde se recogen los temas, la métrica y el ritmo de este género musical local. “Fue el que más me costó, no solo porque incluye expresiones directamente chilenas, sino también porque contiene muchas rimas, así que tuve que ponerme a estudiar a otros traductores”, comenta la peruana.

Al respecto, revela que, debido a su pobreza juvenil, el poeta y su hermana Violeta debieron ganarse la vida cantando en las calles y los mercados, hecho que los hizo desarrollar una identificación con lo popular, que marcó su estilo y que es, precisamente, el punto de encuentro con la corriente literaria china que, pese a contar con académicos, se identifica como exponente de “poesía popular”. A partir de esta experiencia, Isolda Morillo reclama más apoyo a las traducciones y al intercambio y acercamiento cultural que estas hacen posible: “Sería muy enriquecedor, e incluso muy necesario, que se favorezca no solo un contacto económico, sino también el de las ideas, de las culturas, de lo humano”, subraya.

 

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