Cambio de identidad

Para integrarse, en los primeros años algunos inmigrantes chinos buscaron amparo en la renuncia, no siempre voluntaria, a sus nombres originales.

 

 

Dos registros de ciudadanos chinos “recibidos como cristianos”, tomados de los Libros de Nacimiento y de Defunción de Lima entre 1877 y 1899 por Zivana Meseldzic de Pereyra (“Algunas adopciones de apellidos por los chinos 1597–1899”), llaman la atención de manera estridente y abren el camino para una pertinente indagación: Francisco Meiggs, panadero de 40 años, inscrito en 1886; Andrés Meiggs, cocinero de 36 años, inscrito en 1891; Mariano Meiggs, hijo de Andrés, inscrito en 1898; sin más información que sugiera algún otro parentesco con Francisco, más allá del apellido a todos luces adoptado.

Hay que recordar que Henry Meiggs, fallecido en Lima en 1877, fue el empresario estadounidense que construyó los ferrocarriles Mollendo-Arequipa (1870) y Lima-La Oroya (1875), entre otros, lo que dio a su nombre gran notoriedad y reconocimiento en su momento. Para integrarse a la sociedad peruana (los inmigrantes chinos) se dieron cuenta que era necesaria su conversión al cristianismo. Convirtiéndose en católicos necesitaban un nombre y apellido. Ya es conocida la profunda sabiduría china. Para sus apellidos escogieron aquellos más conocidos e ilustres de la época, para que con eso les sean abiertas todas las puertas a la sociedad y a sus descendientes”, afirma Meseldzic.

Entre las transformaciones a las que debieron plantar cara los inmigrantes chinos tras embarcarse rumbo al Perú una que suele soslayarse, desde la distancia de quien no forma parte de la colectividad tusán o desconoce los recovecos de lo que significó asentarse en un país de distinta lengua, es esa particular forma del desarraigo que denotan los registros de Francisco y Andrés Meiggs antes citados: el cambio de nombre… y la consecuente afectación de la propia identidad, de manera voluntaria o forzada, ya sea indirecta o directamente.

 

Según Eugenio Chang Rodríguez, a medida que los migrantes extendieron su permanencia, la resistencia a la aculturación disminuyó.

 

No fue este un fenómeno exclusivo de Lima. A los casos antes mencionados se puede añadir, por ejemplo, el de José María Levi, inmigrante chino, industrial de 49 años, establecido en el puerto de Iquitos, según el Censo General de 1891. La adopción —si tal fue el caso— del apellido evidentemente de origen judío puede tener explicación, si se atiende uno a la antes aludida sabiduría china, en el hecho de existir en esa ciudad amazónica, desde fines del siglo pasado, una pujante comunidad judía, integrada tanto por europeos como sefarditas marroquíes, que concentraban en sus manos gran parte del comercio y habían logrado una prosperidad ostensible. En Lima, apellidos alemanes, franceses e italianos también se ajustaron, al parecer, a similar consideración.

Eventualmente, se asumió un nombre castellano y se preservó, con cierta fidelidad fonética atribuible al registrador, el apellido …original, como Manuel Asín, hijo de inmigrante chino, registrado en las últimas décadas de 1800 en la parroquia de Acobamba. Si bien en lugares de la selva central, alejados del imperio de las normas, el uso de nombre y apellido castellanos podía ser un recurso temporal, una maniobra estratégica, no pasó lo mismo con otras personas, como Wansi Pao, bautizado en Chanchamayo como Manuel Salazar, posiblemente por misioneros franciscanos que recorrían los agrestes territorios dispendiando sacramentos. Este se presentó en 1894 ante el concejo distrital de La Merced para registrarse bajo su nuevo apellido, según refiere Isabelle Lausent-Herrera (“Frentes pioneros chinos y desarrollo regional en la Selva Central del Perú”).

 

 

En el mismo sentido que Meseldzic aunque con más amplia visión, opina el investigador y lingüista Eugenio Chang Rodríguez, autor de “De la tierra del dragón a las regiones del cóndor: la identidad cultural de los sino peruanos”: “En general, la mayoría de los nacidos en China tendían inicialmente a ser tradicionales, aferrados a la cultura ancestral para defenderse de la hostilidad y el racismo. Empero, conforme se prolongó su permanencia en el nuevo ambiente, la resistencia a la aculturación disminuyó. [Recuérdese que para 1891 habían transcurrido ya cuatro décadas desde el inicio de la ola migratoria que recorría el Pacífico, en particular desde Macao hasta el Callao.] Los chinos nacidos en el Perú se integran más rápidamente, abrazan el cristianismo y diluyen la aculturación de sus descendientes. Buen número de ellos tienen apellidos occidentales, por descender de matrimonios mixtos (generalmente de varón chino) o por descender de culíes con apellidos castellanizados.”

En el caso de estos últimos, el mecanismo para la castellanización de nombres y apellidos obedecía a una lógica distinta a la inicialmente referida. En las haciendas a las que llegaron los culíes, considerando que se trataba de espacios cerrados en los que imperaba una rígida y frecuentemente injusta jerarquía social, en muchos casos se recurría a algo más concreto que el prestigio social, y se apelaba al nombre y/o apellido del padrino de bautizo.

Meseldzic afirma que, tras la Guerra del Pacífico, con la instalación de las grandes casas comerciales chinas y la llegada de inmigrantes chinos con recursos económicos suficientes, estos conservaron sus apellidos de origen habida cuenta de que ya no necesitaban el respaldo de los apellidos castellanos u otros que les allanara a ellos y a los suyos el camino hacia el progreso y la prosperidad. (S. C.)

 

Apellidos prestados
Inmigrantes chinos no solo adoptaron los de origen español

Los siguientes son algunos de los nombres y apellidos, edad, estado civil, profesión y año de inscripción de migrantes chinos tal como aparecen registrados en los Libros de Nacimiento y de Defunción de Lima entre 1877 y 1899:
Manuel Pezet, 40, casado con Mónica Herrera, comerciante, 1886;
Luis Ponce, 39, soltero, camarero, 1886;
Juan Tello, 39, soltero, fondorero, 1878;
Dionisio Vega, 42, soltero, comerciante, 1882;
Juan Frasinetti, 36, soltero, lavandero, 1886;
Luis Guildermeister, 40, soltero, zapatero, 1891;
Eduardo Dupont, 36, soltero, comerciante, 1891.

 

 

 

 En Lima y Loreto, existen registros de bautizo donde figuran algunos inmigrantes chinos con apellidos alemanes, franceses, italianos y judíos. Por supuesto, también hay españoles.

 

 

 

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