“Cien Juegos”, la milenaria tradición en la que el circo hunde sus raíces.
Escribe Sergio Carrasco
Se sabe que en Wuqiao (吴 桥县; Wúqiáo Xiàn, literalmente “Puente Wu”), enclavado en el sureste de la provincia de Hebei, cuando hay inundaciones y el suelo está enfangado, sus habitantes atraviesan los cultivos encaramados en zancos, desplazándose con arriesgados pero seguros movimientos como Juan por su casa. No debería llamar la atención. En su momento, Zhou Enlai (1898-1976), primer ministro de China desde la fundación de la República Popular, en 1949, hasta su muerte, tras visitar la ciudad la designó “Casa de la acrobacia en China”. El relumbre circense no se reduce a las pedestres habilidades para moverse con comodidad en terreno movedizo. Las destrezas de los acróbatas de Wuqiao vienen de antiguo y hace dos mil años solían actuar para solaz de la corte del emperador de la dinastía Han (汉朝; Hàncháo) (206 a. C.-220 d. C.), la segunda dinastía imperial china, y en espectáculos en ciudades portuarias a lo largo del Gran Canal, que, construido por tramos sucesivos a partir del siglo V a. C., serpentea por las planicies septentrionales y centrales del este de China siguiendo una trayectoria norte-sur, desde Beijing hasta la provincia meridional de Zhejiang. La celebrada práctica acrobático-circense continúa desde entonces. La Escuela de Arte Acrobático de Wuqiao es considerada el centro de la acrobacia china y una de las más respetadas entre la docena de su tipo que existen en China. A partir de 1987 la ciudad es sede de un reconocido Festival Internacional de Acrobacia. Pero Wuqiao es apenas uno entre muchos referentes de la antigua data de la actividad circense china. Las representaciones de mayor antigüedad de ese tipo se remontan al 722 a. C. y corresponden al período de los Estados Guerreros. Más adelante, bajo la dinastía T’ang (唐朝; Táng Cháose) (618-907 d. C.), eran conocidas como los Cien Juegos, y para entonces incluían la pértiga, el funambulismo, la prestidigitación y los números acrobáticos ejecutados sobre sillas sobrepuestas, algo que ha atravesado el tiempo y aún hoy es parte de los programas circenses chinos contemporáneos. Usualmente, como no fuesen las eventuales convocatorias a celebraciones cortesanas, desaparecidas por lo demás con el advenimiento de la república a principios del siglo XX, estos artistas realizaban sus presentaciones en espacios públicos, tales como la plaza del mercado o un rincón apropiado de la calle, agrupados en cuatro, seis o más ejecutantes, en ocasiones miembros de una misma familia. Por lo regular, convocaban a su público haciendo sonar tambores y gongs y, al final de su actuación, pasaban un platillo para recoger las aportaciones que les concedían. Sometidos a la buena o no tan buena voluntad de los espectadores, no obstante el aprecio de que gozaban quienes alcanzaban maestría en su desempeño, los cirqueros eran por ello considerados casi como mendigos.
Espectáculo circense callejero chino entre 1820-1830, heredero de las artes que se remontan al período de los Estados Guerreros
Especialidades acrobáticas chinas de antigua tradición, frecuentes en las presentaciones de los circos chinos, son el balanceo y la rotación de objetos como expresión de malabarismo y equilibrismo en comandita.
Las gigantescas ferias medievales en Europa del este pusieron en contacto a los artistas ambulantes chinos con sus pares y posiblemente hubo intercambio de técnicas. Pero desaparecidos esos tumultuosos encuentros, las tradiciones siguieron camino cada cual por su lado. Las presentaciones de compañías circenses europeas en China a principios del siglo XIX derivaron en la adaptación de especialidades acrobáticas chinas como el balanceo de perchas y la rotación de platos como expresión de malabarismo y equilibrismo en comandita en dichos espectáculos, pero en cambio no se produjo casi influencia sustancial de las especialidades occidentales en la milenaria tradición… salvo la adaptación del número de bicicleta acrobática, que en la versión china se suele presentar con el sugestivo y característico sello de la exuberante figura de pavo real. Acogida por el Estado en la República Popular, que agrupó y organizó en compañías a los artistas ambulantes, esta tradición es reconocida más allá de sus fronteras desde hace varias décadas, habiendo cumplido papel destacado en ello conjuntos como el Shengyang Acrobatic Troupé, que fue de los primeros en salir al exterior en la historia contemporánea. Estadísticas de hace algunos años cifraban en 124 el número de grupos acrobáticos, en 12.000 el de profesionales y en casi 100.000 el de personas trabajando en actividades vinculadas. Uno de esos grupos es el Gran Circo de China que “fusiona la milenaria cultura oriental con las más modernas tecnologías”, y así, investido de los oropeles de la modernidad, se presenta en estos días en Lima.
Equilibristas de la China Shenyang Acrobatic Troupe utilizan sillas para construir una escalera al cielo y, arriba, muestran espectáculo de acrobacias en bicicleta.
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